THOMAS HOBBES
Los hombres no son tolerantes y cooperativos con sus iguales
por obra y gracia de ninguna propensión innata a la compasión o la empatía, como
postularían un siglo después de Hobbes los filósofos de la Ilustración
escocesa, cuya figura más destacada
sería David Hume. Que practiquen de buena y mala gana esas virtudes depende de
la presión que una fuerza superior a la propia individualidad ejerce sobre cada
uno de ellos, conmutándoles a comportarse de acuerdo a unos principios que a la
postre resultan útiles para la sociedad. En la civilización, esa fuerza son las
leyes, el Estado.
Esa propensión a causar ofensas de una u otra ralea llevó a
Hobbes a subrayar que “Homo homini lupus”, el hombre es un lobo para el hombre.
No se le puede atribuir la invención de la cita, porque se sabe debe al dramaturgo
latino Plauto (254-184 a JC); sin embargo, esta frase se asocia ineludiblemente
a su fatalista visión de la naturaleza humana. El engaño y la violencia, así
como una brutal rapacidad”, son las consecuencias directas de tan condición.
En el estado de naturaleza no hay moral que valga, ya que
los individuos solo obedecen a su impuso de apropiación. Nadie piensa si de la
misma planta pueden comer dos personas, porque amas tiene la misma intensión de
engullirla para satisfacer su propia e imperativa demanda. Nada está sujeto al
baldón del calificativo “malo”, porque la fuerza ciega de la naturaleza escapa
a cualquier consideración de maldad, salvo su contravención, que por otra parte, es imposible. Así que los
hombres se enzarzan unos contra otros sin piedad, en esa guerra total en la que
no todos los disponibles de las mismas condiciones para salir boyantes.
“Son tantos los peligros que amenaza a todos como
consecuencia de la codicia y los apetitos de cada hombre, que el que todos
hayamos de protegernos y cuidar de nosotros mismos está tan lejos de ser tomado
a broma, que nadie puede ni quiere hacer otra cosa”.
“En una situación semejante no existe oportunidad para la
industria, ya que su fruto es incierto; por consiguiente no hay cultivo de la
tierra , ni navegación, ni uso de los artículos que pueden ser importados por
mar, ni construcciones confortables, ni instrumentos para mover y remover las
cosas que requieren mucha fuerza, ni conocimiento de la faz de la tierra, ni
cómputo del tiempo, ni artes, ni letras, ni sociedad”.
“Cada uno es movido a desear lo que es bueno para él y a
huir de lo que es malo para él, pero sobre todo, a huir del mayor de todos los
males naturales que es la muerte, y esto con una necesidad de naturaleza no
menor que aquella con que la piedra desciende hacia abajo”.
Hay que introducir ciertas reglas que eviten sangrías
innecesarias y garanticen en la medida que la cupiditas lo consienta, un futuro de seguridad para cada uno de los
particulares – cabe insistir de nuevo en este sentido de singularidad, porque
el hombre natural sigue sin pensar en ninguna proyección colectiva, desde un
punto de vista moral
”Toda asociación espontanea nace o de la necesidad recíproca
o de la ambición ,pero nunca del amor o de la benevolencia hacia los demás”
La razón común a todos los individuos les muestra cuál es la
ley básica a observar por la especie: hay que evitar cualquier situación que amenace
la vida.
El hecho de que todos los hombres necesiten alimentarse y
que para ello precisan de su esfuerzo o de sus bienes, o de ambos a la vez ,puede
servir para estatuir el trabajo y la propiedad como leyes naturales
La evidencia de que los humanos están sexuados, tienden a la
reproducción de la especie y experimentan una inclinación natural a cuidar de
su prole erigiría la familia como otra de las leyes naturales.
La sociedad nace porque el hombre así lo quiere, no porque
esté naturalmente programado para ello, como la semilla que necesariamente habrá
de florecer.
Parafraseando a Protágoras, que “en política el hombre es la
medida de todas las cosas.”
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