El estado: de la
violencia al interés
Hume no dudó en atribuir en origen a la violencia, un
principio poco encomiable aunque históricamente contrastado. Los estados
fundaron “ sin ninguna pretensión de libre consentimiento o sujeción por parte
del pueblo”. Sin embargo resulta evidente que esta ausencia de legitimidad no
propicia la rebeldía de los súbditos; más bien al contrario, lo observable es
que la gran mayoría de la gente acata los regímenes y gobiernos que le han todo
en suerte, salvo en casos de opresión intolerable.
El concepto y la acción que denominamos “justicia” y que en
su acepción más sencilla peo quizá también más clara se refiere a la asignación
a cada cual de cuanto le corresponde o pertenece, figura en sus textos como una
“virtud artificial” cuyos prescritos no obedecen a ninguna ley superior ,sino a
la utilidad de su puesta en práctica.
Si se me pregunta por la razón de la obediencia que hemos de
prestar al Estado ,me apresuraré a contestar: “Porque de otro modo no podría
subsistir la sociedad”; y esta respuesta es clara e inteligible para todos. La
vuestra sería: “Porque debemos mantener nuestra palabra”. Pero aparte de que
nadie no educado en cierto sistema filosófico puede comprender o encontrar de
su gusto esta respuesta, os vereís en un apuro si os pregunto a mi vez: “ ¿ Porqué
hemos de mantener nuestra palabra?”. Y no podréis dar otra respuesta que la que
habría bastado para explicar de modo inmediato, sin circumloquios, nuestra obligación
de obedecer.
El estado permite cumplir con más facilidad la inclinación
de los individuos a poseer aquellos bienes que cree necesarios para su
bienestar, aunque para alcanzarlos deban someterse a las normas que emanan de
la autoridad..
Si el ser humano “tuviera la sagacidad para percibir
suficiente en todo momento el fuerte interés que lo ata a la observancia de la
justicia y la equidad… en este caso, nunca habría existido una cosa tal como el
gobierno o la sociedad política, sino que cada hombre, al seguir su libertad
natural, hubiera vivido en completa paz ya armonía con todos los demás.”
Los puntos de partida de Hume y de Hobbes son muy similares por lo que a su concepción antropológica respecta.
El estado perdía su legitimidad – es decir su derecho a ejercer fuerza – cuando no servía para ,mantener el orden que garantizaba la seguridad de la propiedad y los intercambios económicos, o cuando obraba de una forma corrupta.
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