lunes, 5 de febrero de 2018

La sociedad vista por Popper

KARL POPPER

Sociedad abierta y gobierno democrático

Esta forma de solucionar problemas solo tiene cabida en una sociedad donde la gente tiene libertad para expresar creencias contradictorias entre sí y perseguir objetivos que chocan unos con otros. A este tipo de sociedad, Popper la denomina “sociedad abierta”. En ella es esencial la libertad, aunque también la tolerancia, puesto que todos reconocen que sus creencias pueden estar equivocadas . Por otro lado, no sólo los más inteligentes y mejor informados tienen derecho a ejercer libertad intelectual, ni solamente los más favorecidos física y mentalmente y económicamente vienen derecho a perseguir sus metas, de suerte que el Estado ha de garantizar que la gente alcance un nivel mío de formación, salud y renta que le permita ser realmente libre para proponer y criticar.

Claro que no es nada fácil ser libre. Cuando uno acepta su libertad, acepta también la responsabilidad sobre sus decisiones, las cuales pueden abrumarle porque son demasiadas, porque son a veces difíciles, porque muchas veces  sus efectos son impredecibles y porque entre los efectos (predichos o no) de sus actos habrán algunas repercusiones no deseadas. De ahí la necesidad profunda de que sean otros los que decidan por nosotros. Pero también queremos seguridad. Por eso queremos creer que los que deciden por nosotros saben lo que hacen.

Sociedad abierta y sus enemigos

¿Porqué el pensamiento político no encara desde el comienzo la posibilidad de un gobierno malo y la conveniencia de prepararnos para soportar a los malos gobernantes, en el caso de que falten los mejores? Pero esto conduce a un nuevo enfoque del problema de la política, pues nos obliga a reemplazar la pregunta “¿Quién debe de gobernar?” por la nueva pregunta “¿En qué forma podemos organizar las instituciones políticas a fin de que los gobernantes malos o incapaces no puedan ocasionar demasiado año?”

El racionalismo como actitud

Racionalista es una “actitud que procura resolver la mayor posible de problemas recurriendo a la razón, es decir al pensar claro y a la experiencia, más que a las emociones y a las pasiones. “. El racionalismo no se opone al empirismo sino al irracionalismo. El racionalismo clásico – que Popper llamo “intelectualismo” y que tenía como máximo exponente a René Descartes (1596-1650) – sostenía que las fuentes últimas del conocimiento hay que buscarlas en el intelecto humano, mientras que el empirismo clásico, representado por Hume – que Popper denominó “sensualismo” – preconizaba que esas últimas fuentes no pueden provenir de otro sitio que de los sentidos.
A la pregunta de que “como sabes que son las doce”, cabe dar repuestas sensualistas como “aquí y ahora veo que mi reloj marca las doce” e intelectualistas como “ la sensación de mi retina ha de ser causada  por algo externo a ella”, que paso a paso y en combinación unas con otras se reduzcan a respuestas todavía más simples y fiables, hasta llegar a la certeza absoluta.

Racionalismo crítico en torno a 1960

Juzgar una creencia no requiere justificarlas aisladamente, sino tan solo argumentar porqué es preferible a otras creencias rivales, criticando éstas y presentando aquella como la menos mala.
El justificacionista identifica el modo en el que se ha justificado la verdad de un enunciado o la validez de una norma con su validez o verdad. Pone su esfuerzo imaginativo en construir justificaciones. El crítico, en cambio, reconoce con más facilidad que un enunciado pudiera no ser verdad o que una norma no debiera ser válida, puesto que separa la justificación de la verdad y de la validez. Pone su esfuerzo imaginativo en la formulación de nuevas y más audaces posiciones.

Determinismo científico y determinismo científico

La idea intuitiva e determinismo puede resumirse diciendo que el mundo es como una película de cine: la fotografía o la escena que está  proyectándose es el presente . Las partes de la película que ya se han proyectado constituyen el pasado. Y las que aún no se han proyectado constituyen el futuro.

Lo que Popper llamó determinismo religioso es en realidad una variedad de fatalismo. Tanto el fatalismo como el determinismo asumen que todo esta predeterminado, solo que el primero desde premisas no empíricas y el segundo desde premisas empíricas.

El fatalismo lógico, discutido por Aristóteles o los estoicos sostenía lo siguiente: todos los enunciados son verdaderos o falsos, por tanto ya son verdaderos o falsos hoy los enunciados que hablan de sucesos que tendrán lugar mañana, pero entonces tales sucesos están predeterminados. Según el fatalismo teológico, típico de la especulación medieval, hay un dios omnisciente, luego hay un dios que conoce lo que sucederá mañana, por tanto lo que sucederá mañana está predeterminado.

No desaparece la opción de omnisciencia: como dejaba claro Laplace en su Ensayo filosófico sobre las probabilidades (1814), no se apela a una inteligencia fuera del universo que conoce el futuro, pero sí a una inteligencia dentro del universo que lo calcula si le dan todos los detalles del presente junto con todas las leyes e la naturaleza.


Se ha demostrado que nadie puede saber hoy que sabrá mañana; pero actuamos en nuestro entorno de acuerdo, entre otras cosas, a lo que conocemos; por ende, si no podemos predecir qué conocemos mañana, no podemos predecir cómo será mañana   nuestro entorno. Predecir un sistema desde dentro es imposible. Lo cual por cierto reafirma el antihistoricismo en filosofía política.

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