KARL POPPER
Sociedad abierta y
gobierno democrático
Esta forma de solucionar problemas solo tiene cabida en una
sociedad donde la gente tiene libertad para expresar creencias contradictorias
entre sí y perseguir objetivos que chocan unos con otros. A este tipo de sociedad,
Popper la denomina “sociedad abierta”. En ella es esencial la libertad, aunque también
la tolerancia, puesto que todos reconocen que sus creencias pueden estar
equivocadas . Por otro lado, no sólo los más inteligentes y mejor informados
tienen derecho a ejercer libertad intelectual, ni solamente los más favorecidos
física y mentalmente y económicamente vienen derecho a perseguir sus metas, de
suerte que el Estado ha de garantizar que la gente alcance un nivel mío de
formación, salud y renta que le permita ser realmente libre para proponer y criticar.
Claro que no es nada fácil ser libre. Cuando uno acepta su
libertad, acepta también la responsabilidad sobre sus decisiones, las cuales
pueden abrumarle porque son demasiadas, porque son a veces difíciles, porque
muchas veces sus efectos son
impredecibles y porque entre los efectos (predichos o no) de sus actos habrán
algunas repercusiones no deseadas. De ahí la necesidad profunda de que sean
otros los que decidan por nosotros. Pero también queremos seguridad. Por eso
queremos creer que los que deciden por nosotros saben lo que hacen.
Sociedad abierta y
sus enemigos
¿Porqué el pensamiento político no encara desde el comienzo
la posibilidad de un gobierno malo y la conveniencia de prepararnos para
soportar a los malos gobernantes, en el caso de que falten los mejores? Pero
esto conduce a un nuevo enfoque del problema de la política, pues nos obliga a
reemplazar la pregunta “¿Quién debe de gobernar?” por la nueva pregunta “¿En
qué forma podemos organizar las instituciones políticas a fin de que los
gobernantes malos o incapaces no puedan ocasionar demasiado año?”
El racionalismo como
actitud
Racionalista es una “actitud que procura resolver la mayor
posible de problemas recurriendo a la razón, es decir al pensar claro y a la
experiencia, más que a las emociones y a las pasiones. “. El racionalismo no se
opone al empirismo sino al irracionalismo. El racionalismo clásico – que Popper
llamo “intelectualismo” y que tenía como máximo exponente a René Descartes
(1596-1650) – sostenía que las fuentes últimas del conocimiento hay que buscarlas
en el intelecto humano, mientras que el empirismo clásico, representado por
Hume – que Popper denominó “sensualismo” – preconizaba que esas últimas fuentes
no pueden provenir de otro sitio que de los sentidos.
A la pregunta de que “como sabes que son las doce”, cabe dar
repuestas sensualistas como “aquí y ahora veo que mi reloj marca las doce” e
intelectualistas como “ la sensación de mi retina ha de ser causada por algo externo a ella”, que paso a paso y en
combinación unas con otras se reduzcan a respuestas todavía más simples y
fiables, hasta llegar a la certeza absoluta.
Racionalismo crítico
en torno a 1960
Juzgar una creencia no requiere justificarlas aisladamente,
sino tan solo argumentar porqué es preferible a otras creencias rivales, criticando
éstas y presentando aquella como la menos mala.
El justificacionista identifica el modo en el que se ha
justificado la verdad de un enunciado o la validez de una norma con su validez
o verdad. Pone su esfuerzo imaginativo en construir justificaciones. El
crítico, en cambio, reconoce con más facilidad que un enunciado pudiera no ser
verdad o que una norma no debiera ser válida, puesto que separa la
justificación de la verdad y de la validez. Pone su esfuerzo imaginativo en la
formulación de nuevas y más audaces posiciones.
Determinismo científico
y determinismo científico
La idea intuitiva e determinismo puede resumirse diciendo
que el mundo es como una película de cine: la fotografía o la escena que está proyectándose es el presente . Las partes de
la película que ya se han proyectado constituyen el pasado. Y las que aún no se
han proyectado constituyen el futuro.
Lo que Popper llamó determinismo religioso es en realidad una
variedad de fatalismo. Tanto el fatalismo como el determinismo asumen que todo
esta predeterminado, solo que el primero desde premisas no empíricas y el
segundo desde premisas empíricas.
El fatalismo lógico, discutido por Aristóteles o los
estoicos sostenía lo siguiente: todos los enunciados son verdaderos o falsos, por
tanto ya son verdaderos o falsos hoy los enunciados que hablan de sucesos que
tendrán lugar mañana, pero entonces tales sucesos están predeterminados. Según
el fatalismo teológico, típico de la especulación medieval, hay un dios
omnisciente, luego hay un dios que conoce lo que sucederá mañana, por tanto lo
que sucederá mañana está predeterminado.
No desaparece la opción de omnisciencia: como dejaba claro Laplace
en su Ensayo filosófico sobre las probabilidades (1814), no se apela a una inteligencia
fuera del universo que conoce el futuro, pero sí a una inteligencia dentro del
universo que lo calcula si le dan todos los detalles del presente junto con
todas las leyes e la naturaleza.
Se ha demostrado que nadie puede saber hoy que sabrá mañana;
pero actuamos en nuestro entorno de acuerdo, entre otras cosas, a lo que
conocemos; por ende, si no podemos predecir qué conocemos mañana, no podemos
predecir cómo será mañana nuestro entorno. Predecir un sistema desde
dentro es imposible. Lo cual por cierto reafirma el antihistoricismo en
filosofía política.
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